jueves, 8 de diciembre de 2011


AGUA


El vino bebido la noche anterior le provocó un pesado malestar en la base del cráneo. Se levantó, se dirigió tambaleante hacia el lavabo, abrió la válvula, unió las manos formando un recipiente y esperó la salida del agua. Ni una gota humedeció su piel, sólo sintió el aire acumulado en las viejas tuberías acariciar sus palmas; apoyó la frente en la fresca superficie del espejo y suspiró. El murmullo lo hizo separarse del cristal, voltear de un lado a otro para ubicar su procedencia, pero no vio a nadie; vivía solo y en ese momento no era posible que alguien estuviera ahí. El susurro se convirtió en palabras y éstas en exaltado reclamo. Volteó hacia todos lados: nada. La voz seguía su perorata. Fue directo a la regadera, giró las llaves y un leve rumor erizó su piel: voz, tono y mensaje magnificaron su sorpresa. Corrió hacia la cocina, abrió los grifos y el griterío golpeó sus tímpanos.

Alfonso cayó al suelo con los ojos muy abiertos; las voces se deslizaron por el tobogán de sus oídos y lo despertaron casi por completo. Por fin escuchó con claridad: “¿Por qué lo hiciste?” La respuesta resonó en el baño. Se levantó, salió con rapidez de la cocina y cerró con fuerza la válvula del lavamanos. “Tú, tú, tú” se oía, entonces, recordó que el fontanero había olvidado eliminar el goteo. No tenía idea de quiénes ni de qué lo acusaban sólo imaginó miles de índices golpear su pecho. El iterar del monosílabo fue desesperante; hizo jiras un trozo de tela, tapó el orificio del grifo y el silencio lo alivió momentáneamente. El pronombre se escurrió como una gota de agua entre el tejido y el estribillo se ubicó en intervalos mucho más prolongados.

El rumor en la tina lo obligó a girar y saltó a ella; cayó en la cuenta de que los manerales estaban completamente abiertos y los cerró con firmeza; pero las voces llenaron la bañera hasta el tope; y cuando comenzaron a repetir los hechos, como si lo hubieran visto todo, Alfonso liberó la boca de alcantarilla y dejó que la terrible condena se fuera por los albañales. Apretó las llaves nuevamente y cuidó que no escapara ni un sonido de la regadera. Abandonó el cuarto de aseo y los gritos que invadían la cocina lo hicieron apresurar el paso y aferrarse a las válvulas del fregadero. Las apretó muy fuerte y la llave izquierda se quedó enredada entre sus dedos. El chorro de voces se elevó hasta el techo y descendió en partículas, como lluvia ácida, sobre él. “Nos jodiste a todos” inundó sus tímpanos; las demás expresiones azotaron su cuerpo y dejaron terribles mensajes tatuados en su piel.

“Nos jodiste a todos”, “Nos jodiste a todos” y el estruendo de voces se apoderó de la cocina y, poco a poco, de la vivienda entera. Alfonso sintió el mareo cuando las palabras penetraron su epidermis y oprimieron su corazón; los latidos tomaron el ritmo del vocerío y el arrepentimiento lo hizo caer al suelo: “Qué hice, Qué hice, balbuceó”. El golpe cerró su consciencia y éste alivió su martirio.

Otros golpes pero en la puerta lo despertaron. Alfonso registró centímetro a centímetro alderredor; lo que vio, lo hizo tambalear y cayó de rodillas. Se incorporó, y como pudo, abrió la puerta. La mirada del plomero escudriñó las pupilas de Alfonso, recorrió su cuerpo y al final se abrió hacia el interior de la casa. Los ojos de Rafael se entrecerraron, apretó los dientes, empuñó la stylson y entró decididamente.











                                                                                      RAMÓN SANTOYO DURÁN          
                                                                                                 Junio de 2008                                                                                                        Guaymas, Sonora.

RAÍCES






“Tengo una raíz en el corazón”
se enreda y busca las plantas de los pies;
se aferra al corazón de la tierra en su ritmo perpetuo
que como un reloj de arena,
acompasa los latidos de corazón a corazón.
Cordón umbilical de lo infinito,
trasiego de vida y muerte:diástole y sístole
sostiene al universo en el filo de la navaja.
“Tengo una raíz en el corazón”
dispuesta a estrangularlo;
y al abrir la compuerta en el cadalso del cuerpo
el reloj del hombre oscila,
péndulo mortal,
al unísono con el reloj de la tierra.









                                                                             Ramón Santoyo Durán
                                                                             16 de enero de 2010
                                                                              Hermosillo, Sonora






LUCIÉRNAGAS


                    

La voz se enreda en la mirada y ata lo inasible
aprieta
emanan sonido y luz
caen luciérnagas
fluorecen
y en las estrías del suelo el verde es
nacer en tierra producto del soplo
el vaho en aire carcome la luz
la luz es fuego
el brillo se extiende por todo el planeta
rompiendo cadenas en libre artificio
y deja el sonido colgado de ti
luz y sonido
imagen que vuela
imagen que estalla
cerebros en red tejiendo la vida
giras  
nada.

Aliento
luciérnaga
abstracción
y en la caverna de los prodigios
destellan las visiones
engarzadas en la filigrana de la voz
voz de mujer
voz de hombre
voz de dios en los confines de la vía láctea
fosforescencia
que enciende y apaga al menor guiño
la explosión ilumina la oscuridad de los tiempos
y el hombre-mujer
abre su interior estremecido
luciérnagas
giros
nada.

Tejes luciérnagas día y noche
Penélope hermafrodita
unes eslabones a tu antojo
y el lucero se queda encendido en la boca de la mujer-hombre
amanecer
esplendor
vida.

Desde el origen
las luciérnagas vuelan entre todo y nada
lo son todo
pero en el hechizo de los siglos se deshacen
polvo cósmico
quedan huellas indelebles de su existencia
e iluminan la penumbra del hombre-mujer
semilla híbrida
etérea
genética
génesis del hombre-mujer
mujer-hombre
todo y nada.

Luciérnaga de la voz
luciérnaga de la mirada
rompe la cuerda que te sostiene
vuela a los mares siderales de la conciencia
navega en las profundidades del hombre-mujer
y esparce el fulgor de tus entrañas
en la tiniebla milenaria
nada en la nada luciérnaga invisible
suelta tu hilo de luz intermitente
¡Penélope hermafrodita!
teje y desteje el universo en la caja negra
enciende el faro para náufragos ancestrales
y arroja el resplandor eterno.

Relámpago
y el sonido irrumpe en el universo
llueve
y las luciérnagas se clavan en el corazón de la tierra
y el hombre-mujer
renace con los ojos abiertos
alucinado    
voz
luz
nada.





                                                                             MDT. RAMÓN SANTOYO DURÁN
                                                                             Guaymas, Sonora
                                                                              Febrero de 2008



EL NAUFRAGIO DE CELSO


                                                                              
                                                                               “Por eso están rotas las velas y
                                                                          traigo la muerte en el alma”
                                                                           (Anónimo)
                                                                                           
        

Con brazos de roca y manos de acero
rompes el horizonte en el yunque del agua
forjas astillas de cuarzo
Celso
y crucificas los ojos de los marineros errantes
en la cruz perpetua de la soledad.

Vacías las pupilas  
Celso
vuelves la mirada tierra adentro  
hundes los remos en la arena
destruyes la quilla de tu barca
y te quedas ahí
inmóvil
con el rostro de bronce y la esperanza perdida.

Náufrago entre náufragos
de hombres de puerto a la deriva
de estatuas de sal al conjuro de los demonios
y corazones inertes en la bruma de los siglos.


Permaneces en tu silla de piedra
Celso
clavado de pies y manos
tenso el sedal de las visiones
y descalza la ilusión
camina como Cristo sobre el mar eterno.

Celso crucificado
Celso herido
Celso en agonía
¡desclávate!
Celso padre
Celso hijo
Celso espíritu
¡libérate!
Celso agua
Celso aire
Celso fuego
¡asciende!
Celso niño
Celso hombre
Celso anciano
¡levántate!
¡levántate Celso!
resucita
al tercer día preséntate ante los muertos
y sálvalos
párate al frente de ellos
y sálvalos
eleva la mano izquierda
haz la señal
y sálvalos.

Celsos
todas las personas en una
siéntense a la diestra del sol
de la luna
de las estrellas
tres luces distintas en una sola
lloren en silencio
y conviertan el llanto en agua
para la salvación de sus vidas.







                                                                                        RAMÓN SANTOYO DURÁN
                                                                                        26 de febrero de 2010
                                                                                        Hermosillo, Sonora.